Estaba todo ahí, dentro de su cabeza, atorado, trabado, atascado, todos los personajes, las novelas, los finales sorpresivos, las vueltas de tuerca, todo cabía ahí dentro de su pequeña cabeza, pero nada salía.
Lo peor que le puede pasar a un escritor es el bloqueo, esa trampa mental que hace que se quede inmóvil, sin poder hilar dos frases coherentes que desenrollen todo el hilo de una historia, una historia que ya estaba formada en su cabeza pero que tenía que la punta del ovillo para empezar a desenroscarse.
Así estaba Raúl hace dos meses, sin encontrar ese click que hace que todo empiece a salir de su cabeza, se encerraba horas en su estudio, trataba, pensaba en su esposa y su hijo, el dinero empezaba a escasear y eso no ayudaba para nada, tenia dos entregas atrasadas y el gran proyecto de su novela seguía allá, en medio de un piquete, encerrado en el tráfico que eran sus pensamientos.
Añoraba la época en que las cosas salían con fluidez, eran una catarata brotando de sus dedos, era todo tan fácil, eran tan felices y ahora esto, este maldito bloqueo que no lo dejaba salir adelante.
Y de repente, como en los viejos tiempos la solución llego a su mente de la nada, como no se dio cuenta antes, todo estaba ahí, siempre había estado ahí, solo tenia que ayudarlo a salir y eso es lo que iba a hacer.
Las ideas de uno u otro modo, siempre encuentran la forma de salir a la luz.
Al otro día Marcela, la esposa del escritor, encontró en el escritorio las dos entregas atrasadas para la revista, cuatro novelas nuevas de alrededor de 450 paginas cada una y a Raúl con un destornillador clavado en la sien.
Abrazar el silencio
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Un día como hoy, hace dos años, estaba en esta misma cocina, desde donde
escribo, cuando recibí esa llamada de mi prima desde Matanzas. Mami había
muerto. ...
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