10 tips para lograr la dicha prometida

En la vida real envejecemos, trabajamos demasiado, el dinero no nos alcanza, nuestra pareja –cuando la tenemos– no nos pasa ni la hora, los hijos nos traen problemas, los pies duelen, el karma masculino es la caída del cabello y los mejores atributos femeninos sucumben a la ley de gravedad.

No podemos prometerle cambiar la realidad, pero sí ofrecerle un pasaje directo al mundo de la publicidad. Allí los dientes resplandecen celosamente cuidados por odontólogos que tienen la posta, el marido y los hijos se rinden ante el sabor casero del caldo artificial y, usando el producto adecuado, podemos mantenernos eternamente jóvenes como Dorian Gray.

1- Solucione del tránsito lento. La alegría es una cuestión vial.

Si quiere correr picadas por la autopista de la felicidad, no olvide el yogur que acaba simultáneamente con el tránsito lento y la congoja intestinal. Es tan efectivo que no sólo logra la felicidad individual, sino también colectiva.

Por esta razón Mauricio Macri está a punto de recomendar la ingesta diaria de un yogur por automovilista para solucionar el problema del tránsito lento en el acceso a Buenos Aires y en el microcentro.

En breve, no sólo se verán mujeres confiándoles de manera cómplice a sus amigas la enorme felicidad que se alojó en sus corazones luego de haber hecho la vuelta completa por el aparato digestivo. Además, los automovilistas se desternillarán de risa en los semáforos, cantarán villancicos en los peajes y en sus bocinas sonará el Himno a la Alegría. Sólo el yogur indicado le dará la clave de las vueltas que tiene la vida, que son casi tantas como las que tiene el intestino y como las que tiene Parque Chas.

2- Lave la ropa y burbujee de dicha con Ricardo Montaner.

La tecnología ha avanzado tanto que cada lavarropas ahora viene con un Ricardo Montaner incorporado. Para que salga de su escondite sólo es preciso darle, igual que a las mascotas, el alimento indicado. Y Ricardo hace “burbujas de amor –y felicidad– bajo la luna” cuando le dan el jabón que le “Ace” bien. Recuérdelo: él ama lo que usted ama y está dispuesto a darle un apresurado alegrón bajo las sábanas que acaba de tender en la soga, mientras su marido y sus hijos miran el partido en el comedor.

Será feliz hasta el próximo lavado recordando que Montaner, como Platero, es pequeño –por eso cabe en el lavarropas–, peludo –por la pelusa de las toallas– y suave –chuavechito, chuavechito– por efecto de tanto suavizante.

3- Si se siente un pedazo de idiota, use recuperador capilar.

Si usted se siente un pedazo de tonto. Si alguna vez le han dicho que es un pedazo de estúpido. Si su jefe lo ha convencido de que usted es un pedazo de incapaz. Si sus amigos le dicen que es un pedazo de inútil, use el recuperador capilar que actúa de noche, mientras el músculo duerme y la ambición descansa. Ese recuperador no sólo influirá sobre su pelo, sino también sobre su inconsciente levantando de inmediato su decaída y pisoteada autoestima.

De modo que cuando salga a la calle e igual que le sucede a Marcela Kloosterboer le digan ¡qué pelazo!, ya no lo tomará como un insulto, sino como un halago. Las palabras castellanas adquieren otro sentido cuando se pronuncian en chino.

4- Tírese todo encima. La NASA se ocupa de sus manchas.

Si Werner Von Braun viviera, hoy se ocuparía de quitar de su ropa las manchas del asadito del domingo, de la fondue de chocolate que se comió con culpa y de la ensalada de fruta que le prescribió el dietista. Los esfuerzos de la NASA ya no están dirigidos a la carrera espacial, sino al lucimiento de sus blusas, camisas o remeras. Basta ver los megalaboratorios que muestran los avisos donde los científicos miran al microscopio los misteriosos microorganismos de la mugre para saber que podemos volver a la niñez y chapotear en la papilla, hacer guerra de pasteles de crema y pinchar chorizos a mansalva. ¡Bienvenidos a la regresión! La infancia es la etapa más feliz de la vida.

5- Vuélvase intelectual mirando avisos que no se entienden.

Ya no hay que hacer esfuerzos de lectura ni acudir a cine clubes para sacar patente de intelectual. Basta con que mire la tele mientras come papas fritas de paquete en el living de su casa con expresión de alienado. Hay avisos tan complicados, largos, crípticos y lentos que uno se queda con la impresión de haber visto una soporífera película iraní o una retrospectiva de Bergman. Poco importa si luego no logra recordar qué producto anunciaba. Lo importante es que el aviso alimentó su espíritu. Y ya se sabe que, espíritu lleno, corazón contento.


6- Disfrute de Shakespeare en versión bajas calorías.

Los dilemas han cambiado con el tiempo. Del “ser o no ser” de William Shakespeare, hemos pasado al Ser o no Ser de los hermanos Mastellone, los dueños de La Serenísima, la marca que, desde su nombre, evoca a la mágica Venecia (sí, donde vivía “el moro” de Shakespeare, porque, como diría el filósofo Pancho Ibáñez, “todo tiene que ver con todo”). Hoy el gran dilema existencial es ser o no ser gorda, es decir Ser o no Ser. Si come yogures y postrecitos Ser, la vida le sonreirá con sonrisa de aviso. Si, en cambio, se zampa a cucharadas el pote de un kilo de dulce de leche, será condenada a la silla eléctrica por el doctor Ravena. Ya lo dijo San Martín: “Serás lo que debas Ser o serás una obesa irredimible”.

7- Crea en los porcentajes de los avisos y sea un 90% más feliz.

¿Quién dijo que en la Argentina no existen estadísticas? El Instituto de Felicidad Publicitaria Televisiva (IFPT) lleva estadísticas rigurosas que determinan que existen productos que detienen en un 80% la caída del cabello, que suavizan la piel en un 87,3 % y disminuyen las arrugas en un 91,2%. Todo esto nos hace un 75 % más jóvenes en 20 días; un 58,1% más dichosos en 7 horas y un 99,9 % más estúpidos en pocos minutos cuando compramos esos productos confiados en el rigor científico de las estadísticas.

8- Publicidad y verdad. La gente dichosa da su testimonio.

Un pelado irrumpe, pote de yogur en mano, a la hora del almuerzo familiar para comprobar el efecto del producto sobre los niños y la madre atestigua la dicha de sus vástagos. Otra madre deja que el mundo se venga abajo porque su lavador líquido es capaz de sacar las manchas hasta de una explosión nuclear. Una señora se siente feliz de haber superado el desafío de la blancura y de haber ingresado, en consecuencia, a la Santa Cofradía de las Medias Luminosas. Un hombre le ha comprado al gitano Melquíades un pegamento mágico para que su dentadura postiza no salga volando cuando chifla. Todos dan su testimonio ante la cámara como si hubieran sido alcanzados por la bendición de un mediático pastor evangélico. Y después dicen que hay crisis.

9- Acerque lo inalcanzable con la tarjeta de crédito.

Ya no hay que confiar en el gordo de Navidad, ni en los Reyes Magos. Las tarjetas de crédito permiten viajar a Oriente, hacer cruceros por el Caribe, comprarse la joya de los sueños, acceder a los muebles del living y comer en el restaurante más caro sin tener que recurrir al efectivo. Según la publicidad, las tarjetas son el camino directo de acceso a felicidades de plásticos, alegrías a medida y sonrisas de diseño. Es imposible entender por qué los indigentes no las han adoptado para solucionar sus problemas económicos. ¿Por qué será que no se les ha ocurrido sacar la “Revuelvolabasura Card”, la “Master Cartonero” o la “Hambre dorada”. Hay gente sin iniciativa.

10- Espejitos de colores: son un robo pero alegran.

Un casco vibrador que hace crecer el pelo, unos electrodos que sacan músculo sin hacer ningún esfuerzo, una juguera que mantiene la juventud, un abrelatas que abre el cofre de la dicha, una aspiradora a vapor que quita hasta las manchas del pecado y las huellas del remordimiento, unos tupper y unas bolsas para freezer que mantienen la felicidad in eternum, un artefacto de gimnasia que nos vuelve inmortales. Cómprese cualquiera de los productos de la línea “Happy up” y sea feliz para toda la vida.

Pero, cuidado, mucho cuidado. Tenga en cuenta que la felicidad no espera. ¡Llame ya, y como oferta promocional se llevará de regalo un set de felicidad portátil que irá con usted a todas partes!



10 tips para escribir libros de autoayuda

Joven argentino, si usted siente deseos de ayudar al prójimo, sabe leer y escribir, tiene vocación farmacéutica, o inclinaciones de chef y está convencido de que la voluntad lo es todo, conviértase en escritor de autoayuda. Este género literario, versión psicológica de los recetarios gastronómicos y las viejas recetas magistrales, es el que produce más satisfacciones y el que no corre peligro alguno de extinción. Mientras desde hace tiempo se anuncia la muerte de la novela, el entierro de la poesía y el naufragio del ensayo, la autoayuda está llamada a ser inmortal. Gustavo Adolfo Becquer se equivocó al asegurar que “mientras haya una mujer hermosa habrá poesía”. Si viviera hoy, seguramente escribiría: “Mientras haya un ser desdichado, un hombre engañado, una chica con la autoestima baja que no consigue novio, un desgraciado tiranizado por su jefe, un pobre que no se resigna a la pobreza, un ser repleto de amor que nadie quiere aceptar, una persona apaleada por el destino, en fin, una piltrafa humana cansada de sufrir, habrá autoayuda.”

Así como un padre que da consejos, más que padre, es un amigo, un libro que lo ayuda a ayudarse, más que libro es una herramienta: un destornillador para destornillar las podredumbres que nos impiden ser felices, una amoladora para cortar de lleno con los lastres del pasado, una podadora eléctrica para despejar de ortigas el camino hacia la dicha. Como su nombre lo indica, los libros de autoayuda, ayudan. Sobre todo, al propio autor que, de lograr un best-seller, conseguirá jugosos dividendos y podrá de este modo lograr la felicidad que tanto se empeña en hacerles alcanzar a sus lectores. Por eso, tome lápiz y papel y anote la receta para convertirse en un ayudador profesional y deje para siempre de sufrir.

1- Inste a la privatización emocional y al monopolio de la dicha.

La tan repetida tontería de que “el hombre es un ser social” pasó definitivamente a la historia. Ahora también el hombre está privatizado, por lo que es absolutamente independiente del entorno. Por eso, no cometa el error de permitir que sus lectores se dejen deprimir por la desocupación, la violencia, la inseguridad, el agotamiento de los recursos naturales el narcotráfico, la explotación infantil o el hambre del planeta. Ya se sabe que todas estas lacras siguen perteneciendo al Estado. Fomente el autismo: que cada lector se compre su propia burbuja donde mantenerse a salvo. En eso el autor de autoayuda debe ser muy claro: la felicidad es un emprendimiento privado. Por eso, es posible instalar una usina de dicha en los parajes más inhóspitos. El bienestar no se suspende por guerra nuclear.

2- Proponga ejercicios prácticos de todo tipo. No sirven, pero venden.

Incluya en su libro tests de autoconocimiento (o de autodesconocimiento, es lo mismo) del tipo “¿Mi colesterol emocional está elevado?”, “¿Soy capaz de tener sentimientos positivos hacia mis verdugos?”, “¿Tengo mi autoestima tan alta como la de Francisco de Narváez? También proponga ejercicios de visualización creativa para dominar las emociones negativas, por ejemplo, imaginar que uno se encuentra frente a un lago calmo en una noche serena cuando anda por el microcentro en hora pico o imaginar que uno está en Venecia paseando en góndola por el Gran Canal cuando las calles se inundan. Negar la realidad es un remedio viejo, pero confiable.

3- Promueva la compra de abrelatas. El lector es un envase que contiene dicha.

Como las arvejas duermen dentro de su envase de lata, la felicidad duerme dentro del lector de autoayuda. Sólo hace falta entonces que usted, autor, le enseñe a empuñar el abrelatas capaz de liberar el precioso contenido para derramarlo sobre su vida como si fuera salsa de tomate (obviamente, de la que viene en lata). Para lograrlo es preciso que ponga en marcha un plan de autoayuda federalista que promueva el turismo por el interior, descubra la riqueza interior y logre la paz interior. Lo más importante –debe decirle al lector– está dentro de uno mismo. Para convencerlo, haga que sus consejos adquieran la forma de un proverbio chino: “Para encontrar la dicha y la calma debes mirar dentro de ti mismo. Fuera de ti, están los psicofármacos”. “Antes de salir a conocer el mundo, recorre bien el living de tu casa”.

4- Avive lectores: Freud y el inconsciente no existen, son los padres.

Desaliente en los lectores la asistencia a sesiones de terapia freudiana. Para un autor de autoayuda que se precie, el inconsciente es un mito psicoanalítico, algo así como un cuco o un hombre de la bolsa inventado por Freud para negar que la voluntad todo lo puede. El inconsciente es una creación de los perezosos, de los débiles de carácter, de los que desdeñan la cultura del trabajo. Por eso, desaconseje el chapoteo en la neurosis y promueva la sanación. Su libro debe ser tan efectivo como una aspirina para el dolor de cabeza, como una pastilla de carbón para los desarreglos intestinales, como un desinfectante para una herida abierta, como unas pastillas de hierro para la anemia. Escriba un libro curativo y a los lectores no les quedará otro remedio que comprarlo.

5- Cántele loas a la voluntad: el que es infeliz es porque quiere.

“Querer es poder” y el autor de autoayuda es una demostración palmaria de que el refrán popular es acertado: con una voluntad férrea, el abnegado escribiente reúne lugares comunes, afirmaciones incomprobables, razonamientos de vuelo bajo, consejos sanadores de dudosa eficacia, filosofías de segunda selección y con todos esos materiales de desecho logra hacer algo parecido a un libro, una obra maestra del reciclado. Luego, voluntad mediante, logra que se lo editen. Y como premio a su tenaz voluntad, a veces también logra que lo lean. Incluso, gracias a su voluntad puede llegar a convertirse en un gurú espiritual o económico de los que están convencidos de que gracias a la voluntad es posible lograr la felicidad, la plenitud, la riqueza y hasta la tramitación del DNI sin hacer cola.




6- Elogie las crisis como portadoras de una oportunidad.

Recuérdele a su lector, una vez más, que los chinos consideran que las crisis son también una oportunidad de cambio positivo. Por ejemplo, separarse de su pareja, es una maravillosa oportunidad para aprender a estar solo. Sufrir una peritonitis aguda es una excelente oportunidad para padecer el dolor en carne propia y comprender más a nuestro prójimo. Fracturarse la cadera es una oportunidad ideal para dedicarnos de lleno a la lectura de libros de autoayuda y descubrir un mundo nuevo. Bienvenidas sean las desgracias personales y el crack financiero de los Estados Unidos.

7- Adopte el estilo de las recetas de cocina y haga autoayuda gourmet.

Enumere los ingredientes de la dicha y enséñele a su lector a lograr que la felicidad de su vida aumente de volumen como un pan bien leudado. Si lo suyo es la autoayuda económica, deberá explicarle cuáles son los ingredientes para amasar una fortuna. Sugiera, aconseje y hasta imparta órdenes desde el podio de su saber. El autor de autoayuda debe tener un costado autoritario y hablar sin dudar, ya se sabe que la duda es la jactancia de los intelectuales.

8- Fomente la omnipotencia: el lector debe creer que todo lo puede.

Si está por escribir un libro de autoayuda, vuelva a ver “Superman” en DVD. El lector debe sentir que bajo su tímida personalidad de Clark Kent, se oculta un superhéroe volador y que sólo debe descubrirlo. Prevéngale que puede encontrar en su camino algunas piedras de criptonita verde que lo desvitalicen, pero que jamás perderá su esencia heroica. Eso si, modere su poder persuasivo. Que se sienta Superman está bien, pero sería fatal que intentara volar tirándose por el balcón. Incluso habiendo escaleras el autor debe responsabilizarse por el uso de la capa voladora.

9- Acuñe sin cesar frases idiotas y véndalas como célebres.

El procedimiento para acuñar frases célebres es muy sencillo y no requiere de inteligencia ni de creatividad alguna. Se pueden encontrar en abundancia en internet con sólo poner en el buscador “frases célebres”. Las encontrará también en los tacos de calendario de la oficina, en los sobrecitos de café y en el interior del chicle Bazooka. De todos modos, si quiere probar usted mismo, basta con que diga cualquier tontería a la que la letra impresa le confiera resonacias filosóficas. Aquí van algunas como bonus track de esta nota: “Para que entre el sol es preciso abrir la ventana”. “La pobreza es la causa de la falta de dinero”. “Si amas lo que haces, terminarás haciendo lo que amas”. “No le pongas rejas a tu corazón porque al corazón hay que tomarlo por asalto”.

10- Háblele a su público desde un lugar de autoridad científica.

Incluya algunos párrafos en los que se citen supuestos experimentos científicos cuyos resultados puedan expresarse con porcentajes. Por ejemplo: “En la Universidad de Pennsylvania se llevó a cabo un experimento que consistió en someter a 200 personas a un shock de estrés durante 30 días: cocodrilos amenazantes, víboras, simulacros de incendio, asfixia y campañas electorales. El 43%, que había leído un libro de autoayuda, se sintió feliz durante la experiencia y salió de ella fortalecido. El 30%, que sólo había hojeado los libros en las mesas de novedades, sobrellevó la experiencia con bastante dignidad y salió dispuesto a leerlos completos. El 20%, que jamás había tenido contacto con la autoayuda, padeció mucho la experiencia y salió de ella con pensamientos suicidas. El 7% restante salió airoso a pesar de su ignorancia en la materia por la influencia de su origen: había nacido y crecido en la Argentina.

Por Mónica López Ocón

EDITORA de Cultura e Internacionales de NOTICIAS

10 tips para ser un espectador activo

Hacer comentarios imbéciles, hablar a los gritos, mandar mensajes de texto, atender el teléfono, contarle la película al de al lado y dejar que los chicos molesten a todo el mundo, son el must del espectador que, no importa dónde se encuentre, siempre se siente dueño de casa. A esto deben sumarse las teorías sobre la conveniencia de que el espectador sea participativo, es decir, que el espectador no sea espectador, sino actor. Por eso, hoy a los espectáculos no se va a ver y a escuchar, sino a ser visto y a ser escuchado. Y casi nadie se conforma con diez minutos de fama. Todos aspiran, por lo menos, a una hora y media o, incluso, dos. En esta nota, diez tips infalibles para demostrar que la verdadera estrella es usted.



1- Esboce la biografía equivocada de cada actor que sube a escena

“Uy, mirá, Luciana Salazar, no se parece nada a como sale en la tele”, diga señalando a Elena Tasisto a punto de decir un texto de Ibsen. Y sin esperar la respuesta agregue: “Che, pero Matías Alé, sale mucho más rubio” señalando a Alfredo Alcón. No tema quedar como un desubicado porque la desubicación es una forma de la audacia y ya se sabe que el mundo es de los audaces. No importa que todas las miradas se dirijan a usted con aire de reproche. Lo importante es ser un espectador participativo. De modo que siga participando.



2- Ríase a destiempo en la parte trágica

No importa lo que suceda en la pantalla, usted permanezca atento sólo a su película interior. Si entró dispuesto a ver “una de risa” y se metió en la sala equivocada, que a la protagonista la lleven a la cámara de gas, él se tire contra los alambres electrificados del campo de concentración y el niño se quede huérfano a los cuatro años no debe ser un obstáculo para que usted se ría con la misma risa estentórea que si estuviera viendo “Rambito y Rambón” por el canal Volver. Recuerde que alguien quemó la biblioteca de Alejandría sólo para pasar a la Historia. Por eso, no importa que le chisten y que a la salida la gente lo señale y se codee diciendo “ese es el tarado que se reía”. Si logró hacerse reconocer sólo por una carcajada, qué es lo que usted no lograría en Hollywood.



3- Compórtese como Homero Simpson

Mientras ante sus ojos se desarrolla un drama, usted coma, beba, mastique con la boca abierta, coméntele las bondades o desaciertos del menú a su acompañante, aflójese el cinturón, quítese los zapatos y, una vez con el estómago lleno, duérmase una siestita dejando que sus ronquidos se integren a la banda sonora de la película. Cuando se despierte, salga airoso dejando tras su paso una montaña de papeles engrasados, gaseosas volcadas y restos de pochoclo, producto al que usted debe llamar pretenciosamente por su nombre en inglés, “Pop Corn”, haciendo gala de su condición de políglota, es decir de persona que lo ignora todo en varias lenguas.



4- Retransmita la película a través del celular

No sólo no debe apagar el celular, sino que debe mandarles mensajes de texto a todos sus amigos y atender llamados en medio de la función. Hoy, por suerte, no sólo es posible contarle la película al de al lado describiéndole pormenorizadamente cada acción como si el otro fuera ciego, sordo, tonto o las tres cosas a la vez, sino también contársela a un amigo que está en otro cine pero que por nada del mundo quiere perderse la que usted está viendo. La tecnología ha multiplicado las posibilidades de participación y ha generado, en consecuencia, nuevas formas de ser un espectador insufrible. No las desaproveche.



5- Sea un padre comprensivo, deje que sus niños molesten

Un espectador participativo debe predicar con el ejemplo. Por eso conviene enseñarles a sus hijos que deben ser insufribles desde pequeños llevándolos a espectáculos que usted suponga que son para niños aunque no tenga la menor idea de qué se trata. Mientras sus chicos corren, gritan, se suben al escenario, se paran en el asiento, les machucan las rodillas a toda la fila y hacen todo tipo de desmanes mostrando una prematura vocación de inadaptados sociales, usted, con cara de feliz cumpleaños y con esa voz estentórea de burro encadenado que Dios le ha dado, debe mostrar la calidad de su fibra paterna y sus profundos conocimientos de psicología infantil interrumpiendo a cada instante con frases del tipo “Mirá, mirá, Santi, el payasito”. “Santi, papá te va a mandar al rincón a reflexionar: no se le orina al amiguito el vaso de Coca Cola”. “Basta, Santi, no se le roba el bastón a la abuelita”. “Basta, Santi, cortala, que te voy a reventar”.




6- Entre en trance místico en todos los recitales

Cierre los ojos, muévase como un poseso y coree a voz en cuello los temas de su artista favorito, ese por el que la gente hizo cola bajo la lluvia y rompió el chanchito para pagar la entrada. Haga caso omiso de las personas que están a su alrededor y compórtese con el mismo desparpajo que tendría si se estuviera duchando en el baño de su casa. No cualquiera canta a dúo en vivo con Sabina, con Serrat o con Mick Jagger invadiendo las orejas de los espectadores adyacentes como un arrasador Atila del pentagrama. Y no abandone su carrera al estrellato aunque alguien ose decirle que no pagó la entrada para escucharlo a usted. Es imposible ser el rey de los Hunos sin hacerles sangrar los tímpanos a los otros.



7- Tome un punto de apoyo y mueva el mundo

Una vez que haya apoyado su trasero en la butaca, hágale honor a Arquímedes de Siracusa, déle rienda suelta a su ansiedad y, si no logra mover el mundo moviendo frenéticamente una pierna, al menos logrará que toda la fila de butacas se sacuda como si hubiera adquirido un Parkinson repentino. Matice el temblor con movimientos bruscos, codazos, desplazamientos pelvianos y posiciones extrañas que hagan que, para sus vecinos, la función se transforme en un suplicio. Una actitud ideal para acompañar la proyección de “La tierra tiembla”, “Armagedón”, “La aventura del Poseidón” y “Terremoto”.



8- Haga palmas y baile pero siempre fuera de ritmo

Un espectador participativo debe estar en movimiento todo el tiempo. Por eso, haga caso omiso de que en los grupos escolares no lo convocaban ni para tocar el triángulo y de que su torpeza de movimientos sólo le permitiría integrar el ballet estable del Servicio de Ortopedia y Traumatología del Hospital Italiano. Demuestre su carisma bailando, cantando y batiendo palmas al lado del escenario y arengando a que lo sigan, aunque los músicos se pierdan anonadados por su salvajismo musical. Y no arrugue ante nada. Desestime, por ejemplo, el carácter fúnebre del Adagio de Albinoni e imprímale su ritmo desenfrenado mezcla de programa de Tinelli y Festival de Cosquín.



9- Pida siempre las canciones viejas

“Flaco, flaco, ‘Muchacha ojos de papel’, flaco”, pídale a Luis Alberto Spinetta como si no hubiera escrito otra canción desde 1969. “Jaime, tocá ‘Colombina’”, exíjale a Jaime Roos aunque haya venido a la Argentina a presentar su último disco. Pero no se conforme con que su pedido sea una sugerencia. Un espectador participativo debe destacarse poniéndose pesado, reiterando su pedido una y otra vez, hasta que el aludido se vea obligado a contestarle desde el escenario, lo que lo hará sentir que usted es alguien tan especial, que los artistas entablan con usted un diálogo exclusivo. Entonces, cuando su condición de persona “especial” haya sido reconocida, usted habrá logrado su objetivo. No importa qué signifique ser “especial”, lo importante es serlo a toda costa, aunque el artista increpado piense que usted es especialmente pesado, especialmente idiota y que su coeficiente intelectual es equivalente al de un especial de jamón y queso.



10- Anticipe en voz alta las escenas de la película

“Uy, ahora lo mata”. “Te apuesto lo que quieras que se queda con la chica”. Nada delata más a un espectador participativo que este ejercicio de futurología cinematográfica que el resto de los espectadores debe soportar estoicamente aunque tenga ganas de que el futurólogo salga eyectado de su butaca como el hombre bala, sufra un ataque de mudez repentina o resulte víctima de la furia de los espectadores silenciosos, esa especie en extinción. Sin embargo, es altamente improbable que los espectadores silenciosos se subleven, porque su superyó es tan fuerte que los obliga a sofocar todo impulso de asesinato. Tienen grabado a fuego que nunca el film justifica los medios.


Por Mónica López Ocón *

10 tips para atender mal al publico

Ya se sabe, quienes precisan comprar medio kilo de queso o una prenda de vestir, cobrar un cheque, tomar un café, solicitar información telefónica, saber por qué no hay luz en su casa o sacar entradas para el teatro, son enemigos públicos. En todo cliente, en todo contribuyente, en toda persona que hace trámites, habita un espíritu maligno. Nada bueno puede esperarse de la gente que pide, que pregunta, que molesta interrumpiendo a los encargados de atención al público en el momento mismo en que están comentando el último capítulo de “Valientes”, están mirando en su celular las fotos de las vacaciones o están comunicados telefónicamente con su familia para inquirir cuál será el menú de la noche. Personas sin escrúpulos, cargosos que ignoran el concepto de autoservicio y necesitan la ayuda de otro para resolver sus propios problemas y falencias. Encargado-dependientes, en fin, que se encargan de molestar al encargado –valga la redundancia– ya sea de atender un local de ropa, un negocio, un banco o una oficina pública. Por suerte, existen estrategias infalibles para desalentar a los atrevidos que exponen sus necesidades personales en los mostradores como si fueran virtudes. En esta nota, diez tips infalibles para que los que quieran saber algo sigan ignorándolo, los que precisan zapatos número 40 se conformen con un par número 37 y los que quieran queso gruyer se resignen al Mar del Plata.

1. No gaste en un empleado o empleada encargada de no informar, de no responder y de dejar que el cliente pase sus próximos diez cumpleaños colgado del teléfono.¿Está por montar una clínica? Eche mano de un contestador automático que diga: “Si se está desangrando, marque uno. Si tiene convulsiones, marque dos. Si está por pronunciar sus últimas palabras, marque tres. Si ya falleció, marque cuatro. Si es de los que ven una luz al final del túnel y deciden regresar, marque cinco o espere y será atendido”. Con ligeras variantes, el mismo procedimiento es válido para atender una funeraria, una heladería o una oficina pública. Graham Bell nunca soñó que a través de su invento se podría emular el maltrato humano.

2. Si está por montar un bolichito con pretensiones artísticas, elija un lugar inmundo y sin ventilación, pero que quede en Palermo o en algún otro barrio más o menos tilingo. Compre sillas chicas e incómodas que torturen el trasero de sus comensales, ponga poca luz para que no se vea la mugre, contrate mozas y mozos que jamás hayan llevado una bandeja, sirva palitos húmedos, maníes rancios, cerveza caliente y cierre trato con una banda de músicos ignotos que suene espantosa. Es muy importante que la banda en cuestión sea numerosa, aunque no quepa en esa tarima que finge ser escenario. Cada músico traerá como mínimo un invitado que deberá pagar entrada y consumición como cualquier hijo de vecino. De esta manera salvará la noche. Y a no quejarse, que la incomodidad es el precio del esnobismo.

3. El celular siempre tiene razón. Jamás interrumpa un llamado porque a su negocio entró un cliente potencial. Si realmente viene a comprar, será capaz de esperar quince minutos hasta que usted termine de intercambiar tonterías con su interlocutor de turno. Si se va antes de que se cumpla el cuarto de hora de espera, es que no tenía intenciones reales de comprar. En ese caso, hizo bien en no cortar: era un molesto que sólo quería preguntar. Si se la banca, siga tratándolo mal porque va a comprar de todos modos. Por eso, mientras el cliente potencial le pide lo que necesita, consulte sus mensajes de texto y sonría por la ocurrencia del remitente. Y si al atrevido comprador se le ocurre pedirle algo que usted no tiene en existencia, ni se moleste en contestar. Limítese a hacer el gesto de “no” con la cabeza con aire sobrador. ¿Quien puede ser tan desvergonzado como para pedir justo lo que no hay?

4. Si usted atiende un negocio gastronómico, asegúrese de maltratar adecuadamente a los comensales. Un mozo que se precie debe dejar vagar la mirada en lontananza, mientras el cliente, para pedir una gaseosa, saca a relucir todo lo que aprendió en sus cursos de mimo. Ignorarlo es parte del servicio que brinda la casa. Luego, llegado el momento de cobrarle, desaparezca por largo tiempo con los $ 100 que le dio para pagar una cuenta que no llega a $ 20. Y no admita protestas. Si el señor está apurado, es un problema de él, no suyo. ¿Desde cuándo los rehenes determinan cuándo quieren dejar de serlo? Que no le discutan, que usted hizo el curso de mozo en las filas de las FARC.

5. Desconfíe del cliente potencial que utiliza el potencial. Si le dice “me gustaría saber si tienen el pantalón de la vidriera en otro color”, responda literalmente a lo que le pide con un “sí” (o un “no”) y gesto adusto. En otros términos, “no suelte prenda”, es decir, ni se le ocurra mostrarle el pantalón en otros colores. A lo sumo, si el cliente se pone cargoso, enumérelos. Que el verde es verde y el azul es azul en todo el mundo. Como la música, el color es un lenguaje universal. Sí, es cierto, como en la música, también existen los tonos, pero usted vende pantalones, no da clases de teoría y solfeo.

6. Si a usted le pagan por cargar la tarjeta Monedero, vender el Subte Pass o atender una caja bancaria, limítese a sus funciones. Que no intente el desconsiderado del cliente preguntarle si esa línea de subte pasa por la estación Dorrego o si un cheque cruzado puede cobrarse en ventanilla. Neutralícelo hablando con su compañero mientras lo atiende sin mirarlo. Por dar información, se cobra, y usted no es periodista, detective, ni agente de la CIA.

7. ¿Usted pertenece al grupo de los abnegados laburantes que se empeñan en vender a toda costa? Eche mano de los argumentos ad hoc para clientes idiotas (es decir, para todos los clientes). Por ejemplo, si los zapatos que se probó le aprietan, dígale que se estiran. Si, en cambio, le quedan grandes, asegúrele que se contraen. Si el cierre de los pantalones no sube, infórmele que es la última moda en Londres y queda re cool andar por la vida con el cierre a media asta. Si aun así el cliente insiste en no comprar lo que se prueba, enójese y argumente que no es que los productos sean inadecuados para él, sino que él es el inadecuado y genérele culpa: “¿No te das cuenta de que tenés los pies asimétricos, la cadera ancha y el cuerpo chingado?”

8. Si usted es el encargado de encauzar la larga cola de clientes, contribuyentes o pacientes que esperan ser atendidos, debe saber que los tiene en sus manos. Para acceder al vendedor, la ventanilla o el profesional, deberán esperar donde usted dice y como usted dice. Sienta el poder de ser arbitrario. Si hace 40 grados, que esperen al rayo del sol. Si llueve, que esperen bajo la lluvia. Y no permita que alguien pretenda convencerlo de que no viene a hacer ese trámite, sino otro. Porque para convencerlo también tendrá que hacer cola.

9. El cliente es un ansioso que quiere todo rápido y fácil. Por eso, los lugares de pago rápido y fácil hacen los pagos tan lentos y difíciles. Es que tienen una función terapéutica y educativa: el movimiento slow ha llegado a todas partes. Para pagar la luz, por ejemplo, hay que hacer una larga amansadora en una farmacia. Para pagar el gas, una larga amansadora en un supermercado. ¿No se refleja en esta falta de sentido el sinsentido mismo de la existencia? Sí, el pago rápido es una escuela de vida: atienda la farmacia o la caja del supermercado y no cobre jamás el servicio que el cliente necesita pagar, así este desarrollará tolerancia a la frustración. Además, oblíguelo a abonar con cambio y a esperar lo que sea necesario. Roma no se construyó en un día.

10. Al pasajero hay que domesticarlo. Comience por ponerlo a prueba haciendo que se desgañite elevando su voz sobre los gritos de la radio y los mensajes de la base para lograr que le indique cuál es su destino. Y una vez que el pasajero lo haya logrado, dígale que precisamente no va para ese lado, que tiene que entregar el auto o llevarlo al mecánico. Pero si elige hacer el viaje, abrúmelo con los relatos de su vida íntima, sus consideraciones políticas, sus insultos al resto de los conductores, sus maldiciones a piqueteros y manifestantes y sus frenadas intempestivas. Y cuando el pasajero se haya convertido en una verdadera piltrafa, sólo entonces, continúe jugando a la patrulla policial con la chica de la base, dirija contento, 341 y deposite al masculino o al femenino en el destino indicado.

Por Mónica López Ocón, Editora de Cultura e Internacionales de NOTICIAS |

Fuente: http://www.noticias.uol.com.ar/edicion_1705/nota_03.htm

Los 5 tipos de mujeres de las que todo hombre se enamora en algun momento de su vida.

La delicada:
La delicada es una etérea y virginal muñequita de piel translúcida, frágil cabello rubio, ojos claros y finos rasgos. Sus movimientos son elegantes, su risa sutil y su voz siempre suave. Es tímida y dócil en todos los casos y jamás se enoja o levanta la voz. Es obediente y sumisa, quiere tener muchos hijos y dedicarse a su familia con esmero. Su ropa es cómoda y femenina y ni siquiera en una fiesta se viste sugerente o provocativa. Le gustan los colores pastel, los saquitos finitos y los bordados. Tiene una medalla milagrosa en el cuello y algunos anillitos de oro finitos en sus ligeras manos de ninfa. Aunque jamás toma la iniciativa o deja entrever sus intereses amorosos, su comportamiento aniñado de mujercita despierta en todos los hombres el deseo de protegerla como a un pajarito con la patita quebrada.

La vieja fogosa:
La vieja fogosa es una arrebolada comehombres con un omnívoro apetito sexual. Para ella, absolutamente todo está relacionado con la sexualidad, y tiene un eminente talento para infectar cualquier diálogo con su prosáica mitificación de la carne y el fuego. Usa expresiones como "tener buena cama" aproximadamente veinticinco veces por día y lee únicamente al marqués de sade, a Lawrence Durrell y a Antonin Artaud. Va al taller literario de Dalmiro Sáenz, en donde corrige sus interminables crónicas pornográficas sin sentido. Siempre se tiñe de pelirrojo, usa medias panty negras y tapados oscuros hasta los tobillos. Fuma provocativamente, toma mucho café y su voz es ronca y quebradiza. Visita teatros, cines, y lee en bares de la calle Corrientes, en donde también se encuentra con amigos con quienes conversa acerca del "quiebre del teatro", el "no-teatro" y la erotización del arte. Le encanta ser la amante de alguien comprometido o acostarse con mocosos sedientos de aprendizaje que luego terminan enamorándose de ella hasta la anorexia.

La perfecta
La perfecta es casi siempre médico, arquitecta o abogada. Tiene una rutina inquebrantable y es la mujer orquesta: jamás llega tarde al trabajo, siempre luce demencialmente impecable, sabe un poco de todos los temas, y su cartera es un botiquín de primeros auxilios, un camarín y una alacena. La eligieron abanderada y “mejor compañera” durante toda la escuela primaria, y en la secundaria fue delegada, “Reina de la primavera” y diploma de honor. Nunca tuvo piojos en el colegio, nunca se hizo pis encima en el jardín, nunca se resbaló en la calle, nunca se le quemó una torta, nunca tuvo resaca después de una borrachera, nunca se le corrió una media en una fiesta y nunca, pero nunca, reprobó una materia.
Los hombres se enamoran de ella porque fantasean con la vida armoniosa y fluída que tendrán a su lado: camisas planchadas, dos hijos amorosos, carreras envidiables y una casa con cerco blanco que nunca se despinte.

La cool
La mujer cool puede ponerse un vestido de la abuela, la campera del colegio secundario, una frutera en la cabeza y botines de fútbol y lucir como la tapa de Vogue. Está siempre un paso adelante de las demás: todo lo que organiza es divertido y original, escucha los mismos grupos que los otros pero desde que no habían sacado el primer disco, y tiene amigos chic en el ambiente de la música y el diseño que la invitan todos los lugares a donde hay que ir.
La mujer cool es siempre DJ o diseñadora gráfica, de indumentaria o industrial. Vive sola, tiene un gato, y casi nunca está en su casa porque vive en ferias, restaurantes y reuniones con amigos. Rara vez se enamora, pero en el trabajo y en la facultad, cuando camina por los pasillos envuelta en su colonia de peras y malvaviscos, los hombres se mueren de amor y las mujeres de envidia.

La puta autodestructiva:
La puta autodestructiva es un agujero negro con piso en el infierno. Tiene problemas con la familia, con la justicia y consigo misma, y siempre elige hombres que la sacuden, le roban, o la embarazan y la abandonan. En general tiene alguna adicción severa: es drogadicta, anoréxica o alcohólica, y jamás se somete a un tratamiento. Su vida es una película de Hallmark Channel que concluye en el primer acto, porque cada vez que se encamina, ella vuelve a arruinarlo todo. Su repertorio de actividades es sórdido y desolador; mientras la rutina de otras mujeres es estudiar, trabajar, leer, hacer compras o tomar mate, la puta autodestructiva mata el tiempo chocando, desapareciendo, abortando, emborrachándose o revoléandose zapatillas con el novio en el pasillo de un hotel.
Todos los hombres buenos e inocentes quieren salvarla y transformarla en una mujer normal, pero es imposible: la puta autodestructiva es una valija de doble fondo, ni bien logran limpiarla de drogas y verla sonreir, se corta las venas en el baño la noche de bodas.


Robado de www.elforro.com

Por personas como ud!!

"¿SABE POR QUÉ DEFIENDO A MARADONA? POR PERSONAS COMO USTED"




"Una oyente dice: 'Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid Hammer'.

Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.

Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.

Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!

Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.

Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.

Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".

Alejandro Dolina