Jamás tendremos
No me estoy mostrando simplemente pesimista. A decir
Me explicaré.
Fue en efecto un error de Bart Cameron, por lo demás
No le iría tan mal si permitiera que algún recaudador de
Así, no pudo ocurrir nada peor que él hecho de que el platillo
Yo lo vi aterrizar. Mi
Al principio semejaba una estrella fugaz. Luego, la estrella de luz se ensanchó en
Fui incapaz de decir ni hacer nada; ni tragar saliva ni apuntar con el dedo, ni siquiera desorbitar los
¿Y Cameron? Ni siquiera alzó la
Hubo un golpe en la
¡Dios, qué espantado me sentía!
Cameron, en
—¿En qué puedo servirles? —preguntó, dando unas palmadas sobre los impresos de la declaración, en evidente señal de que no disponía de
Uno de los dos individuos se adelantó.
—Hemos mantenido a su gente bajo observación durante mucho tiempo.
Pronunciaba cada
—¿A mi gente? Toda mi familia se reduce a mi
El
—Escogimos esta
—Soy el sherif, si se refiere a eso. Vamos, escúpalo. ¿Qué les sucede?
—Hemos puesto gran
—¿Esa es mi forma de vestir?
Sin duda, se había fijado en los atavíos de aquellos seres por
—La forma de vestir de su
Por la expresión de Cameron, se vio que se encendía una luz en su cerebro:
—¡Ah! ¿Son ustedes extranjeros?
A Cameron le importaban un comino los extranjeros, no habiendo conocido a muchos de ellos a no ser en el ejército, pero por regla general procuraba mostrarse amable con ellos.
—¿Extranjeros? —repitió el hombre del platillo—. Pues sí, realmente lo somos. Venimos del
Yo estaba reuniendo fuerzas para pestañear, pero no me condujo a nada. Había visto el platillo volante. Lo había visto aterrizar. ¡Tenía que creer en sus palabras! Aquellos hombres... o más bien aquellos seres... provenían de Venus.
Pero Cameron nunca pestañeaba.
—Está bien —dijo—. Se encuentran en Estados Unidos. Todos tenemos los mismos derechos, sin que importen la
—Deseamos que tome disposiciones inmediatas para que los hombres importantes de sus Estados Unidos, como los llaman ustedes, vengan aquí para entablar las discusiones conducentes a la adhesión de su pueblo a nuestra organización.
Cameron empezó a ponerse
—¿Que nuestro pueblo se adhiera a su organización? Formamos parte de la ONU, y Dios sabe de cuántas más. ¿Y se imaginan que voy a traer al
Me miraba como si buscara una sonrisa en mi cara, pero me hubiera caído al suelo de retirarme la silla en que estaba sentado.
—La rapidez es muy de desear manifestó el hombre del platillo.
—¿Y desea que acudan también los componentes del Congreso? ¿Y los senadores?
—Si cree que servirán de alguna ayuda...
Cameron estalló. Golpeando con el puño los impresos de su declaración de renta, aulló:
—¡Pues ustedes no me sirven de ninguna y no dispongo de tiempo para atender a
—¿De modo que quiere que nos marchemos? —preguntó el hombre de Venus que llevaba la voz
—¡Y en seguidita! ¡Váyanse a paseo por
Los dos hombres se miraron. En sus caras hubo una serie de ligeras contracciones. Después, el mismo que había llevado todo el tiempo la voz cantante afirmó:
—Puedo ver en su mente que realmente desea con gran intensidad que se le deje
—¡Oiga usted! —barbotó Cameron—. Ya estoy harto de tantas tonterías, así que voy a
Los dos venusianos giraron sobre sus talones y se marcharon, y yo supe que todo cuanto habían dicho
Cuando ambos individuos desaparecieron,
—¡Cameron! —chillé—. ¡Por el
—¿Del espacio? —repitió, mirándome con fijeza.
—¡Mire! —aullé.
No sé cómo lo conseguí, pesando como pesa trece kilos más que yo, pero le cogí del cuello de la camisa y casi lo arrastré hasta la ventana.
Estaba demasiado sorprendido para resistirse. Cuando recuperó lo bastante el sentido como para dar aparentes muestras de que iba a asestarme un puñetazo, reparó en lo que acontecía en el exterior, a través de la ventana, y se quedó sin respiración.
Los dos individuos entraban en aquel
—¿Sherif, por qué los ha despedido? —insistí—. Tenían que ver al presidente. Ahora no volverán nunca más.
—Pensé que eran extranjeros —se disculpó Cameron—. Han dicho que habían tenido que
—Claro, claro... Extranjeros.
—Ellos lo confirmaron. Parecían italianos. Yo pensé en efecto que eran italianos.
—¿Cómo podían ser italianos? Han dicho que venían del planeta Venus. Les he oído muy bien. Eso es lo que han dicho.
—¡El planeta Venus...!
Los ojos de Cameron se abrieron desmesuradamente, redondeándose como los de un búho.
—Eso es. Lo denominaron lugar acuático, o algo
Así que ya ven. Se debió sólo a un error, un estúpido error del tipo que cualquiera puede cometer. Pero a causa de él, la Tierra no conseguirá nunca efectuar viajes espaciales. Jamás aterrizaremos en la Luna, ni nos visitarán de nuevo los venusianos. Y todo por culpa de Cameron y su maldita declaración de renta.
Entretanto, él murmuraba:
—¿Venus? ¡Cuando hablaron del lugar acuático, pensé que se referían a Venecia!
Isaac Asimov