No tengo palabras para agradecer a todos aquellos que estuvieron y están a mi lado desde aquel maldito día que me arrebató a Laura de mi lado. El aliento, el apoyo, la solidaridad y el cariño que he recibido no tienen precio, son invalorables.
Les digo que los entiendo. Entiendo cuando me dicen que "hay que ser fuerte", que "la vida sigue", que "Laura no querría verte triste", que "tenés que seguir por los chicos"... Todo eso es cierto. En su lugar, yo diría lo mismo.
Pero déjenme expresarles, mis amigos, que nada de eso logra disimular, siquiera un poco, un dolor que no puede dimensionarse.
Quiero contarles lo que se siente
Y tengo que empezar desde el principio
Laura era todo para mi. La conocí cuando ella apenas tenía 17 años, y yo 22. Me enamoré de su dulzura inmediatamente. Y de su bondad. Y de su entrega. Y caminamos nuestras vidas formándonos el uno al otro, durante más de 23 años. No voy a decir que no tuvimos nuestros problemas, eso no sería cierto. Pero... ¿quién no los tiene?
Nos amábamos por sobre todas las cosas. No podíamos vivir el uno sin el otro.
Yo no puedo...
Nos conocíamos tanto que nos entendíamos con sólo mirarnos, con los gestos, con los silencios... Nos complementábamos casi simbióticamente. Y celebrábamos la vida.
La vida, al lado de Laura, era una fiesta.
Era digna de ser vivida
Soñábamos con envejecer... y morir juntos
Yo soñaba
Ahora eso ya no va a ser posible
El dolor que siento por la ausencia de Laura no puede cuantificarse, no hay palabras que puedan describirlo. Sólo puedo intentar hacerlo, para que se tenga una vaga idea de lo que es mi sufrir.
Mi vida era ella.
Todo lo que yo hacía, todo lo que soñaba, lo que me motivaba, era por y para ella
Yo escribía sólo para que ella lo leyera
Disertaba para que ella me escuchara
Me acicalaba para que ella respirara mi perfume
Toda mi valentía era para que ella me admirara
Trabajaba, militaba, estudiaba, me preparaba... para que ella estuviera orgullosa de mi
Me animaba a la tristeza y la melancolía porque ella era mi alegría
Me atrevía al peligro porque ella era mi protección y mi calma
Exploraba el dolor porque ella era mi bálsamo y mi remedio
Merodeaba la travesura porque ella todo me perdonaba
Los días de lluvia me gustaban... porque ella era mi sol
Yo no era –y no soy- más que un mero complemento de su existencia
El futuro era con ella
Y hoy me siento trunco de verdad
Amábamos viajar, la inmensidad, las rutas, los caminos, el lago, el mar, el bosque y la montaña. A la Patagonia llevaríamos nuestro nido en los años porvenir.
Yo amaba todos esos sueños
Pero con ella
Nada de eso tiene ya sentido
No puedo ni pensar en volver a esos lugares. Han perdido la belleza que albergaban. Sólo Laura los completaba
Hoy, por su ausencia, me duele todo lo que amaba. Todo lo que con ella he compartido
Ya no puedo escuchar las bellas melodías comunes a nosotros. Ahora sus notas son estacas clavadas en mi corazón
Las películas me duelen, los libros, los escritos, los poemas me torturan
Las calles, las veredas, los barrios, los lugares que frecuentábamos y formaban parte de nuestras vidas... La casa... sus rincones... los utencillos, los placares... la ropa... las mañanas... los mediodías.... las fotos... las filmaciones...
Todo me la recuerda acentuando el vacío insondable que dejó
Todo me duele ahora
Pero... no es una figura lo que digo:
Duele en serio
Lacerante, desesperadamente
Falta el aire, oprime el pecho, duele el pecho... embota la cabeza. Saca fuerzas, suprime el hambre, retuerce los intestinos, quema el estómago. Se suda frío, se tienen chuchos, la piel se eriza, a la vez que un calor extraño e incómodo sube por la columna y se instala en el rostro.
Se duerme poco y nada. El insomnio es un dios omnipresente.
Las piernas flaquean... y el espíritu se desgarra.
La compañía de afectos logra distraer la mente. Pero cuando todos se marchan, la soledad es imponente y el dolor insoportable
Por eso pido que me entiendan cuando digo lo que digo, porque no quisiera estar así, pero no puedo evitarlo.
Me han arrancado la esencia de mi vida
Me han hecho miserable
Le han sacado el brillo a todo lo que era bello
Todo se ve oscuro y tenebroso
Sé que nunca volveré a ser feliz. Nunca podré serlo, no plenamente
Me han sacado para siempre el alimento de mi espíritu
Esta carta fue escrita por Gustavo Robles un compañero de lucha, un tipo admirable en todo sentido, acompaño su dolor y quería compartir con ustedes este texto que habla desde el mas puro amor, compañero Gustavo un abrazo de corazón.