En la vida real envejecemos, trabajamos demasiado, el dinero no nos alcanza, nuestra pareja –cuando la tenemos– no nos pasa ni la hora, los hijos nos traen problemas, los pies duelen, el karma masculino es la caída del cabello y los mejores atributos femeninos sucumben a la ley de gravedad.
No podemos prometerle cambiar la realidad, pero sí ofrecerle un pasaje directo al mundo de la publicidad. Allí los dientes resplandecen celosamente cuidados por odontólogos que tienen la posta, el marido y los hijos se rinden ante el sabor casero del caldo artificial y, usando el producto adecuado, podemos mantenernos eternamente jóvenes como Dorian Gray.
1- Solucione del tránsito lento. La alegría es una cuestión vial.
Si quiere correr picadas por la autopista de la felicidad, no olvide el yogur que acaba simultáneamente con el tránsito lento y la congoja intestinal. Es tan efectivo que no sólo logra la felicidad individual, sino también colectiva.
Por esta razón Mauricio Macri está a punto de recomendar la ingesta diaria de un yogur por automovilista para solucionar el problema del tránsito lento en el acceso a Buenos Aires y en el microcentro.
En breve, no sólo se verán mujeres confiándoles de manera cómplice a sus amigas la enorme felicidad que se alojó en sus corazones luego de haber hecho la vuelta completa por el aparato digestivo. Además, los automovilistas se desternillarán de risa en los semáforos, cantarán villancicos en los peajes y en sus bocinas sonará el Himno a la Alegría. Sólo el yogur indicado le dará la clave de las vueltas que tiene la vida, que son casi tantas como las que tiene el intestino y como las que tiene Parque Chas.
2- Lave la ropa y burbujee de dicha con Ricardo Montaner.
La tecnología ha avanzado tanto que cada lavarropas ahora viene con un Ricardo Montaner incorporado. Para que salga de su escondite sólo es preciso darle, igual que a las mascotas, el alimento indicado. Y Ricardo hace “burbujas de amor –y felicidad– bajo la luna” cuando le dan el jabón que le “Ace” bien. Recuérdelo: él ama lo que usted ama y está dispuesto a darle un apresurado alegrón bajo las sábanas que acaba de tender en la soga, mientras su marido y sus hijos miran el partido en el comedor.
Será feliz hasta el próximo lavado recordando que Montaner, como Platero, es pequeño –por eso cabe en el lavarropas–, peludo –por la pelusa de las toallas– y suave –chuavechito, chuavechito– por efecto de tanto suavizante.
3- Si se siente un pedazo de idiota, use recuperador capilar.
Si usted se siente un pedazo de tonto. Si alguna vez le han dicho que es un pedazo de estúpido. Si su jefe lo ha convencido de que usted es un pedazo de incapaz. Si sus amigos le dicen que es un pedazo de inútil, use el recuperador capilar que actúa de noche, mientras el músculo duerme y la ambición descansa. Ese recuperador no sólo influirá sobre su pelo, sino también sobre su inconsciente levantando de inmediato su decaída y pisoteada autoestima.
De modo que cuando salga a la calle e igual que le sucede a Marcela Kloosterboer le digan ¡qué pelazo!, ya no lo tomará como un insulto, sino como un halago. Las palabras castellanas adquieren otro sentido cuando se pronuncian en chino.
4- Tírese todo encima. La NASA se ocupa de sus manchas.
Si Werner Von Braun viviera, hoy se ocuparía de quitar de su ropa las manchas del asadito del domingo, de la fondue de chocolate que se comió con culpa y de la ensalada de fruta que le prescribió el dietista. Los esfuerzos de la NASA ya no están dirigidos a la carrera espacial, sino al lucimiento de sus blusas, camisas o remeras. Basta ver los megalaboratorios que muestran los avisos donde los científicos miran al microscopio los misteriosos microorganismos de la mugre para saber que podemos volver a la niñez y chapotear en la papilla, hacer guerra de pasteles de crema y pinchar chorizos a mansalva. ¡Bienvenidos a la regresión! La infancia es la etapa más feliz de la vida.
5- Vuélvase intelectual mirando avisos que no se entienden.
Ya no hay que hacer esfuerzos de lectura ni acudir a cine clubes para sacar patente de intelectual. Basta con que mire la tele mientras come papas fritas de paquete en el living de su casa con expresión de alienado. Hay avisos tan complicados, largos, crípticos y lentos que uno se queda con la impresión de haber visto una soporífera película iraní o una retrospectiva de Bergman. Poco importa si luego no logra recordar qué producto anunciaba. Lo importante es que el aviso alimentó su espíritu. Y ya se sabe que, espíritu lleno, corazón contento.
6- Disfrute de Shakespeare en versión bajas calorías.
Los dilemas han cambiado con el tiempo. Del “ser o no ser” de William Shakespeare, hemos pasado al Ser o no Ser de los hermanos Mastellone, los dueños de La Serenísima, la marca que, desde su nombre, evoca a la mágica Venecia (sí, donde vivía “el moro” de Shakespeare, porque, como diría el filósofo Pancho Ibáñez, “todo tiene que ver con todo”). Hoy el gran dilema existencial es ser o no ser gorda, es decir Ser o no Ser. Si come yogures y postrecitos Ser, la vida le sonreirá con sonrisa de aviso. Si, en cambio, se zampa a cucharadas el pote de un kilo de dulce de leche, será condenada a la silla eléctrica por el doctor Ravena. Ya lo dijo San Martín: “Serás lo que debas Ser o serás una obesa irredimible”.
7- Crea en los porcentajes de los avisos y sea un 90% más feliz.
¿Quién dijo que en la Argentina no existen estadísticas? El Instituto de Felicidad Publicitaria Televisiva (IFPT) lleva estadísticas rigurosas que determinan que existen productos que detienen en un 80% la caída del cabello, que suavizan la piel en un 87,3 % y disminuyen las arrugas en un 91,2%. Todo esto nos hace un 75 % más jóvenes en 20 días; un 58,1% más dichosos en 7 horas y un 99,9 % más estúpidos en pocos minutos cuando compramos esos productos confiados en el rigor científico de las estadísticas.
8- Publicidad y verdad. La gente dichosa da su testimonio.
Un pelado irrumpe, pote de yogur en mano, a la hora del almuerzo familiar para comprobar el efecto del producto sobre los niños y la madre atestigua la dicha de sus vástagos. Otra madre deja que el mundo se venga abajo porque su lavador líquido es capaz de sacar las manchas hasta de una explosión nuclear. Una señora se siente feliz de haber superado el desafío de la blancura y de haber ingresado, en consecuencia, a la Santa Cofradía de las Medias Luminosas. Un hombre le ha comprado al gitano Melquíades un pegamento mágico para que su dentadura postiza no salga volando cuando chifla. Todos dan su testimonio ante la cámara como si hubieran sido alcanzados por la bendición de un mediático pastor evangélico. Y después dicen que hay crisis.
9- Acerque lo inalcanzable con la tarjeta de crédito.
Ya no hay que confiar en el gordo de Navidad, ni en los Reyes Magos. Las tarjetas de crédito permiten viajar a Oriente, hacer cruceros por el Caribe, comprarse la joya de los sueños, acceder a los muebles del living y comer en el restaurante más caro sin tener que recurrir al efectivo. Según la publicidad, las tarjetas son el camino directo de acceso a felicidades de plásticos, alegrías a medida y sonrisas de diseño. Es imposible entender por qué los indigentes no las han adoptado para solucionar sus problemas económicos. ¿Por qué será que no se les ha ocurrido sacar la “Revuelvolabasura Card”, la “Master Cartonero” o la “Hambre dorada”. Hay gente sin iniciativa.
10- Espejitos de colores: son un robo pero alegran.
Un casco vibrador que hace crecer el pelo, unos electrodos que sacan músculo sin hacer ningún esfuerzo, una juguera que mantiene la juventud, un abrelatas que abre el cofre de la dicha, una aspiradora a vapor que quita hasta las manchas del pecado y las huellas del remordimiento, unos tupper y unas bolsas para freezer que mantienen la felicidad in eternum, un artefacto de gimnasia que nos vuelve inmortales. Cómprese cualquiera de los productos de la línea “Happy up” y sea feliz para toda la vida.
Pero, cuidado, mucho cuidado. Tenga en cuenta que la felicidad no espera. ¡Llame ya, y como oferta promocional se llevará de regalo un set de felicidad portátil que irá con usted a todas partes!